Esto me hizo recordar aquella profesora del barrio de Lavapies, en Madrid, que había decido inventarse un idioma nuevo y empezar su propagación enseñándoselo a su hijo. La mujer tenía dos dedos de frente y no solo le enseñó la nueva lengua sino también el castellano para que el niño no se quedase aislado. La idea le surgió cuando tras vivir en Londres una temporada, se encontraba casos de madres de origines diversos que hablaban en idiomas que nadie local entendía. Los bebes crecían hablando 2 lenguas con facilidad, lo que era un gran beneficio futuro para los chiquillos pero lo que más le fascinaba a aquella maestra madrileña era ese vínculo que se establecía entre la madre y el pequeño, esa cercanía de hablar en un idioma que nadie más entiende. Así que se le metió en la cabeza, inventar un nuevo idioma que fuera su vínculo de unión con un posible futuro bebé.
Era un idioma muy básico, pero a la vez lo suficientemente completo como para comunicarse y entender las necesidades de un niño. Con el tiempo se fue haciendo más complejo, mamá y niño fuero creando un lenguaje a su medida.
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