Una tarde cualquiera de Octubre, estoy sentada en una sala de reuniones sola haciendo unas llamadas cuando noto una sombre detras de mi, me giro y veo en la ventana un tio escalando!!! Por supuesto no estaba escalando, sino limpiando ventanas pero el otro pensamiento era mucho más divertido para estar metida en aquella reunión. Me imaginaba a un ejecutivo de la City que estresado de la vida en esta loca ciudad, haría honor al dicho y “se subiría por las paredes”. Todo habría empezado un día en su despacho tras perder varios millones en la bolsa. La satisfacción habría sido tal que aquel hombre pondría en práctica dicho ejercicio varias veces a lo largo de aquella semana. Incluso lo intentaría el domingo sin mucho acierto ya que la gasolina de aquella inusitada habilidad o distracción era el stress en estado agudo.
Tras varios meses de recorrer techos y paredes interiores, llegó la primavera y con ella la idea de trasladar su afición a escenarios más abiertos. El resultado no podía ser mejor, el contraste del stress con la libertad de sentir el viento en su cara, de patear fachadas hasta el piso más alto y desde allí mirar a las hormigas humanas fue el detonante perfecto para pulir su habilidad.
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