En la vorágine contrareloj que vivimos hoy en día, casi parece que debiéramos hallar el refrán contrario al “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
A mi me gustan cada vez más los días en los que no hago nada. Sin embargo, se suelen ver empañados de ráfagas de agobio por recuerdos acerca de tareas que tengo pendientes. Cuando eres adolescente o un niño, no sueles tener nada que hacer aparte de los deberes. Cuando te haces adulto, la lista es interminable, un estrés, un sin vivir y encima lo complicamos todo aún más con planificación de nuestro tiempo libre y nuestras aficiones.
Cada vez me gustan más los días en los que no hago nada. Y por nada me refiero a nada de nada, ni contestar whatsapps, ni estar pendiente del Facebook, decidiendo en cada minuto lo que me apetece hacer.
Leave a comment